¿Escribir por encargo? No quiero. Aunque lo he hecho antes, no soy una vende letras. No quiero porque estoy somatizando. Hablar de la farmacia donde conocí la trata de personas. O la calle que he recorrido casi 500 veces o los espacios donde he depositado mi cuerpo con distintos fines. O los detalles de lo visto o la niebla *slash* neblina londitijuanense. No.
Quiero ignorar los lugares comunes de la ciudad. Tampoco enunciar oraciones llenas de arrepentimiento tardío. Escribiré: cada quien sus sueños.
Incluso ignoraré la reconstrucción de Tijuana; están tirando cada esquina -histórica y no- para venderle a su dueño. Maybe everybody knows him pero ju is evribary. También pienso ignorar la tienda donde compré una cajetilla por cuatro pesos. Aquí todo es barato, sin embargo, nada es seguro. Esfumaré la idea del pseudo distrito cultural; advertí escribir de la primera tienda de curios en ofrecerme una pipa de vidrio no obstante nada importa. Tijuana es la ciudad del polvo fácil, después de todo qué importancia tiene un polvo fácil aquí. Es una buena metáfora para describir lo que pasa en esta parte del mundo. A todos nos cogen aquí. No quiero escribir insisto.
A dónde se puede ir en 10 minutos, cuántos lugares se pueden recorrer de un histórico pueblo citadino urbanizado a la a'i se va. Un pueblo cuyas vías hacia la Zona Este (ZE) asemejan carreteras defeñas, sin embargo, sobre ellas abunda la maldad; existe porque del otro lado estaba el mar, hacia arriba Estados Unidos y abajo Rosarito, hora hasta existe Tijuarito. Y nada es lo que era.
El frío es buen pretexto para escribir pero no inspira. Las casas están cayendo mientras siento el despojo en las venas, en mi arruga de la frente, en todas las cajas, en una espalda forjada de acero y tabla roca, en las rodillas ardientes, en los pies cansados de tanto caminar buscando eso que no se encuentra porque lo ves diario. En el diarreico malestar, en los temblores. Mientras todas las personas se impresionan por los números de hoy: 27 mil, desaparecidos; 80 mil, asesinatos; 52 millones, de pobres; más analfabetas hoy que hace 10 años. Que se impresionan por mi quijada trabada por mi voz cortada por tantos talleres de lectura en voz alta que hoy sirven de nada. Ya quisiera Camus o algún escritor/escritora que no admite su ficción (no importa el género) sentir lo que estoy sintiendo ahora.
Observo a un chingo de personas caminar y solo pienso please make me a mask. Entonces encontré:
Un mural que tal vez hoy ya haya sido pintado. Una imagen colectiva ha estado ahí. Un libro de Murakami, dos chicos haciendo cosas en un espacio designado y descrito: para hacer cosas. ¿Por qué la gente presume de escribir tanto? ¿Por qué no nada más dejan los trazos inexactos correr? Por qué creen en la sinonimia, pero les confunde escuchar que hay palabras intercambiables, cuando estas son la materia de su tiempo. Sabías que es más peligroso ser mujer en México que soldado en Gaza? ¿No? Déjame en paz poeta pseudo maldito. Me aburro y regreso. No quiero escribir y no lo voy a hacer.
-N
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