Durante un periodo muy largo los derechos de las mujeres fueron sujetos en gramáticas regidas por las relaciones de poder, gramáticas en las que el género se ha confundido en la falsa sinonimia[1] con la palabra mujer. La palabra mujer compone al léxico, sin embargo, es un concepto que fue usado para estereotipar a las mujeres. Utilizar la palabra mujer como sinónimo de género y género como sexo; desconoce los esfuerzos que se han realizado desde la academia, el activismo y la izquierda, por ejemplo; en pro de la igualdad, la no discriminación y el ejercicio de los derechos de las mujeres. Esta gramática contiene las ‘normas lingüísticas’ con las que se ha escrito el Derecho, con las que se escriben los discursos de la jerarquía católica, con las que se ha escrito/inscrito en la memoria de mexicanas y mexicanos ‘roles de género’ que violentan a las mujeres a través de un sin número de imágenes en medios de información, de documentación, de propuestas culturales. Sin embargo, estamos en el momento histórico justo para reivindicar al lenguaje; para retomarlo. Y que la gramática deje de limitarlo absurda, absoluta e incuestionablemente. El lenguaje es algo más que un artilugio preformado que funciona –a veces- para comunicarnos; es un componente social performativo. La manera en que se dice repercute en la creación de estructuras de pensamiento. La creación de una nueva gramática, dado que la actual es injusta, es un acto urgente para las personas que luchamos por la defensa de la igualdad, la no discriminación y los derechos fundamentales. El uso de lenguaje incluyente empieza, quizá; en el uso corriente de ‘las y los’ sin embargo, trata sobre manifestar empleando enunciados en los que los derechos fundamentales se hagan presentes, redundando, se enuncien con la acción performativa de las palabras. Es urgente que el derecho contenga la armonización legislativa que en la práctica no existe y en los discursos tanto citan; que observe la interculturalidad en más de un enunciado constitucional, que lo filtre la perspectiva de género. Que la Themis, parafraseando a una jurista, se quite la venda de los ojos para que aplique la justicia justa.
La ética en el derecho, según la doctrina jurídica, es una ética viva.
Sin embargo, el Estado laico debe dejar de vulnerarse por intereses
de grupos antiderechos. Si bien hay quienes se resisten a un cambio
en cuanto a la gramática por el uso incluyente del lenguaje qué podríamos
esperar si son quienes ven en las definiciones arcaicas de la RAE ‘la verdad’
de los conceptos; siendo que el lenguaje Es en constante cambio... ¿Qué
dirá Arendt, Haraway, Wittgenstein, Austin, Foucault, Juárez, Butler, Nigromante,
entre más pensadores y pensadoras, por estos atropellos? ¿Será la historia
quien les juzgue? Las sociedades, entre ellas la mexicana; se pronuncian en lo
particular, en el día a día por la inclusión, por la urgencia de aumentar el
léxico y cambiar paradigmas de opresión. Hay que dejar de darle
tiempo al tiempo, hay que pasar a la acción del lenguaje como herramienta para
exigir nuestros derechos. Estamos luchando desde el lenguaje.
Nancy Bonilla, marzo 2012, @chanclizquierda
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