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Mostrando entradas de octubre, 2010

Dejar el cuerpo.

 Cuando nací lo hice en circunstancias quizá poco habituales. Desconozco la cantidad de personas que lo han hecho en condiciones parecidas. La historia que mis padres cuentan, -mi mamá en realidad, a mi papá nunca le pregunté-  dice que asomé las partes de mi cuerpo mientras hacía una llamada de un teléfono público a muchos kilómetros de distancia de su casa. Quizá a eso se deba, entre otras cosas, mi fobia a usar los teléfonos como medio de contacto y también a mi constante deseo de no permanecer/pertenecer, de mudar, de ser la errancia o la errante,   aférrame en construir un pensamiento autónomo porque muchas formas de pensar producen en mí, dolor. Es la incompatibilidad con un mundo no apto para mí. Vivir migrando como mis padres me enseñaron. Como aprendí con el tiempo, como descubrí después, es más productiva mi vida cuando no estoy. Quizá, esos viajes donde ‘la vida’ se arriesgaba; el deseo de un asiento para que mi cuerpo no tocara el de otras personas, par...